Fantasía: la obra incomprendida


El profundo apego y simpatía que sentía Walt por Mickey, el personaje que lo había encubrado, le llevó a crear la maravillosa producción Fantasía, como un método de revitalizar la figura del ratón a los ojos de un público que se mostraba ya algo cansado de sus aventuras domésticas y de su voz de puertecilla. Fue escuchando la pieza de Paul Dukas “El aprendiz de brujo” cuando se le ocurrió que Mickey sería quien protagonizaría la historia bajo un fondo musical. Fue el famoso Leopold Stokowsky el que le propuso trabajar en la idea con el fin de adecuar la partitura a los dibujos. Stokowsky le sugirió ampliar la idea a un largometraje basado en diferentes piezas musicales de carácter clásico. Stokowsky hizo honor a su fama modificando las partituras en pro de una mayor sonoridad.

El resultado final del largometraje fue muy discutido, pues se decía que aunaba lo mejor y lo peor de los estudios Disney: así, junto a soberbios momentos de animación y música, hay otros no tan afortunados que ponen de manifiesto las taras endémicas de la factoría. De forma unánime fue aplaudida por la crítica las danzas del “Cascanueces”, mientras que “El aprendiz de brujo” fue considerado como el más celebrado de los episodios.

Fantasía colocó a los estudios Disney en la peor tesitura desde su creación. A la falta de preparación musical del público norteamericano se unieron los problemas de distribución y el excesivo coste de preparar las salas para el sonido Fanta-sound (sistema que se acercaba mucho al Stereo). Fantasía se convirtió en  un importante lastre para las futuras creaciones de Disney, aunque el paso de los años ha situado el filme en su justa dimensión de obra maestra. De hecho, en el año 1999 tuvo lugar el estreno de la continuación de este largometraje: Fantasía 2000.

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